Calatrava se la clava también a Nueva York

oculus

El 6 de septiembre de 2005 Sofía lanzaba dos palomas hacia el cielo de la zona cero de Nueva York ante su ufano padre, Santiago Calatrava, y una sonriente Hillary Clinton. La imagen, que dio la vuelta al mundo, inauguraba las obras de Oculus, el gigantesco “pájaro en pleno vuelo” de acero y cristal que dará cobijo a un hub ferroviario que conectará cinco líneas de trenes hacia Nueva Jersey (PATH), once líneas de metro y la terminal del ferry. Ha hecho falta una década y duplicar el presupuesto previsto –de 2.000 millones de dólares, a 3.900 millones– para que la obra magna de Calatrava despegue. En principio, abrirá al público el mes que viene, aunque no funcionará a pleno rendimiento hasta verano.

La alada estación de tren simboliza “la victoria sobre los terroristas”, según ha insistido Daniel Libeskind, planificador del nuevo World Trade Center tras la caída de las Torres Gemelas. De paso traslada al corazón de occidente la fijación infantil de Santiago Calatrava por las palomas. Tras la muerte de su padre, dedicado a la exportación de cítricos, se crió con unos tíos. “Su casa parecía el Arca de Noé, con vacas, cerdos, caballos, mulos… En lo alto había un palomar, con centenares de palomos, entrabas y, ¡uh!, estaban todos revoloteando”, explicó él mismo a El País Semanal.

Sin embargo, allí donde Calatrava puso una tórtola, los neoyorquinos han visto un estegosaurio, ese dinosaurio con una doble hilera de púas en el dorso que poblaba Norteamérica. Lo llaman así por las espinas de acero que configuran cada ala, el rasgo más característico de la obra a pie de calle. Por motivos de seguridad hubo reforzarlas, tras los atentados del 15-M, duplicando las costillas de hierro que componen cada espina para dar mayor solidez a las láminas de vidrio. En octubre de 2012, el vestíbulo quedó anegado por el huracán Sandy. Fueron algunos de los contratiempos.

“Aquí viene el Calatrasaurio”, se mofó el crítico del New York Post Steve Cuozzo: “una ciclópea terminal de PATH con escalofriantes alas injertadas como mutantes de plástico de las películas de terror de los 50”. Su artículo continuaba con comparaciones con “los dientes extraídos por un dentista sádico” o “una gigantesca raspa de pescado”, para acabar confesando que la obra de Calatrava “agota tu capacidad para los chistes baratos”.

Dinosaurio o paloma, Oculus tiene garantizado el paso a la historia: de momento por ser la estación de tren más cara del mundo (en euros, 3.500 millones) y la que más se ha retrasado, ya que el proyecto se remonta a 2004. Varios dirigentes de la Autoridad portuaria de Nueva York y Nueva Jersey, entidad propietaria, han reconocido que, de poder volver atrás, se lo pensarían dos veces. Ya en 2008, el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg conminaba en un artículo en The Wall Street Journal a reducir un complejo “demasiado complicado de construir” que amenazaba con “retrasar la construcción del monumento por las víctimas y todo el proyecto” para la zona cero.

Sobrecostes, retrasos y complicaciones técnicas por el camino: una constante en la trayectoria de Santiago Calatrava, en el Olimpo de la arquitectura mundial junto con otros dioses como Norman Foster, Zaha Hadid o Frank Ghery. Con sus obras rescatan ciudades del declive industrial, las exorcizan de las tragedias, las ponen en el mapamundi. O eso se espera de ellos, los hacedores de los nuevos tótems.

Resbalones y goteras

En el currículum de Calatrava abundan puentes resbaladizos como el de Bilbao o Venecia (presupuestado en 3,8 millones de euros, acabó costando 11,2 millones), que en sus tres primeras semanas de vida llevó al hospital a diez personas por caídas. Goteras como las de las bodegas Domecq de Laguardia (Ávila), que demandaron al arquitecto para que asumiera los dos millones de euros que costó arreglar la cubierta.  Desvíos sobre el presupuesto inicial, hasta alcanzar 170 millones de euros (el triple de lo previsto) en el caso de la torre residencial Turning Torso, cuyo accidentado proceso de construcción plasma el documental El socialista, el arquitecto y la Turning Torso. “Suecia no es país para visionarios”, concluye Calatrava en la cinta, mientras que el presidente de la cooperativa de viviendas HSB que promovió el edificio en Malmö, Johnny Örbäck, acaba apartado de sus responsabilidades y procesado.

El arquitecto también redujo a “una maniobra de comunistas” las críticas de EUPV al sobrecoste de La Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, que cuadruplicó el presupuesto inicial de 308 millones de euros a 1.282 millones sin librarse por ello de fallos técnicos. Precisamente este partido puso en marcha la web Calatrava te la clava, que hacía inventario de sus pifias.

Ni comunistas ni cortos de miras

“Me han tratado como a un perro”, se ha limitado a observar Calatrava en el caso de Nueva York,  donde le han llovido titulares adversos del tipo “Un arquitecto estrella deja a algunos clientes echando humo” (The New York Times) o “El monumento de cuatro mil millones de Nueva York al despilfarro gubernamental y la idiotez” (The New York Post). A la espera de la acogida popular del Oculus neoyorquino, si algo ha quedado claro esta vez es que el sobrecoste no le ha salido gratis a Calatrava, en términos de prestigio. Económicamente resistirá: este año la revista Bilanz lo situaba entre los 300 más ricos de Suiza, país donde vive y tiene desde hace años su residencia fiscal. Su fortuna asciende a 140 millones de euros.

Al verse vapuleado por la prensa mundial, el arquitecto, que en un primer momento guardó silencio, se abre ahora a los medios. Atribuye lo sucedido a “una campaña de descrédito” contra su persona y se pregunta: “¿Como se pueden hacer siete de las más grandes estaciones de tren del mundo si, como he oído, mis obras son poco funcionales? ¿O ser elegido, entre 15 aspirantes, para construir la iglesia griego-ortodoxa de la zona cero de Nueva York? Nadie hace algo mal y repite”. Él repetirá, por lo pronto, en Río de Janeiro, donde ha edificado el Museo del Mañana en la Ciudad Olímpica. De 60 millones de euros, con forma en esta ocasión de planta tropical.

P.D. Las fotografías son de la periodista María Fernández Blanco, ourensana que no sólo se plantó en Nueva York con un par para hacer tele si no que hizo el favor a Maldito Estómago de acercarse  a la zona cero este fin de semana pese al frío polar

P.D (2) España ha sido durante décadas tierra prometida de los arquitectos estrella. Para más detalles sobre las hazañas ibéricas de Calatrava y sus amigos, no dejen de leer el interesante libro de Llàtzer Moix Arquitectura Milagrosa, publicado por Anagrama.

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