La carbonara y el nacionalcomidismo
Conflicto gastronómico entre naciones, esta vez a cuenta de la carbonara. Todo empezó con un vídeo publicado por la web francesa Demotivateur en su canal de YouTube, que aventuraba una receta de carbonara (con farfalle, además) que podía hacerse de forma rápida en un solo recipiente. En una olla baja se pone cebolla cortada en juliana, panceta y farfalle, se cubre con agua y se deja hervir 15 minutos. Luego basta con salpimentar y añadir parmesano, una cucharada de creme frâiche, una yema de huevo cruda y perejil al alimón.
A los franceses les dio igual que en vez de dorar la panceta en una sartén con aceite y un poco de ajo todo estuviese hervido, que la pasta se hubiera pasado de un mundo a otro con tanta cocción y que el perejil, la cebolla y no digamos la crème frâiche fueran de su cosecha. A los italianos en absoluto, como no tardaron en clamar por las redes sociales: “Cincos minutos de silencio por la muerte de la carbonara. Por favor, perdónalos porque no saben lo que hacen”, publicó el perfil de Facebook Sai Cosa Mangi? (¿Sabes lo que comes?). Para más inri, el vídeo de la receta –retirado en cuanto empezó el chaparrón– lo patrocinaba Barilla, que tras exclamar “¡mon Dieu!” y “désolé” salió del paso con una receta “canónica”.
Dios libre a Maldito Estómago de pontificar sobre la carbonara: enlazo aquí la receta de la Accademia Italiana della Cucina, que sabrá lo que se hace. Pero no es la primera vez que estalla la guerra a cuenta de platos nacionales.
El ‘paellagate’, antes que la carbonara
Santi Balmes sabe hacer canciones y hasta libros, pero paellas por lo visto no, según le dejaron claro los valencianos en el verano de 2013. Allí estaba él y el resto de los Love of Lesbian, cocinando mediterráneamente para un montón de gente guapa con poca ropa. Tan a gusto. Como recordaréis era un anuncio, lo que no sirvió como atenuante de que le pusiesen cebolla a la paella y mezclasen el marisco con carne. “Paella para guiris #paellafail” y “un horror” fue lo más bonito que les dijeron. “Voy a mear dentro de un botellín de Estrella Damm y diré que es cerveza. ¿Les joderá? Igual que a los valencianos ver la “paella” de su spot”, se le ocurrió a un usuario de Twitter.
Quién parió el hummus, conflicto en Oriente Próximo
El hummus, lejos de destensar el conflicto entre judíos y árabes, lo está agravando. Así lo muestra el documental australiano Make hummus not war (Haz el hummus y no la guerra), que explica cómo Israel, Palestina y Líbano se disputan la paternidad de esta crema de garbanzos, que se come en todo Oriente Próximo. Los israelíes la exportan como un producto nacional. El argumento definitivo: lo pone en la Biblia, según descubrió el periodista y escritor israelí Meir Shalev. Por lo visto en el libro de Ruth se habla de un humitz que podría ser un predecesor del hummus actual. Teología a parte, de qué país procede el hummus tiene su importancia si se considera que su producción es un negocio al alza que sólo en Estados Unidos mueve 4.000 millones de dólares al año.
Amargarse con un dulce brasileño
Si los dulces más tradicionales de Brasil te parecen “un montón de porquería”, no lo digas en Globo TV. Alguien debió advertírselo al cocinero británico Jamie Oliver, que también calificó de “horribles” el quindim, el brigadeiro y el beijinho tras probarlos en el programa Saia Justa. La presentadora del espacio, Barbara Gancia, trató de echarle un capote: “Le hice comer una bandeja de dulces hechos con leche condensada. Eran las 8:30 de la mañana. Después de la edición, su comentario parece sacado de contexto”. De nada sirvió: hubo furia en las redes sociales, columnas de periódicos y hasta llamamientos a boicotear el restaurante que planeaba abrir en São Paulo. Una reacción comedida al fin y al cabo: con el nacionalcomidismo no se juega.
P.D. La foto, de una carbonara sacrílega (es decir, con cebolla) es de Creative Commons
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