Comer como un ministro: Villagodio

Salón del asador VillagodioNo parece que Madrid vaya a declararse veg-friendly, como hizo Barcelona no hace mucho. Si al final se decidiera daría un poco de risa, como esos votantes de la CUP que se dirimen entre la casa de Menorca o la Cerdanya o esas chicas de mi edad –entre los treinta y muchos y los cuarenta y pocos– que visten faldas plisadas, merceditas y aquellas gafas de pasta que, en su infancia de verdad, hubieran aborrecido. Pero allá cada cual con sus contradicciones y sus artificios: en realidad hacen que todos nos quieran más, comenzando por nosotros mismos.

Con lo cual si Madrid se proclama veg-friendly, bienvenido sea. Seguiremos comiendo callos, pero con la fruición de lo prohibido, ocultaremos la morcilla en el fondo del cocido. Puede ser la leche, si te paras a pensar. Restaurantes como Villagodio, que bien podrían ambientar una bacanal de Juego de Tronos, convertidos en antros clandestinos. Con un poco de suerte dejarán fumar incluso.

Se trata de un asador en el barrio de las Letras, que se llama Villagodio en honor a un chuletón colosal: una buena tajada de novillo de 3 años, con un grosor de entre cinco y seis centímetros, que pesa entre kilo y kilo y medio. El chuletón debe el nombre a su vez a un marquesito de Bilbao, con sueños de ganadero. A principios del siglo XX se empeñó a construir una plaza de toros en el barrio de Indautxu para que los bilbaínos disfrutasen de su bravura. Sucedió que los toros le salieron mansos, aunque los bilbaínos disfrutaron igual con el cachondeo. Comenzaron a referirse a “un villagodio” cuando querían decir un novillo que sólo servía para hacer filetes. Acabó convirtiéndose en toda una denominación de origen. Los villagodios hicieron las delicias de muchos, como el político socialista Indalecio Prieto, que habló de ellos en sus memorias.

corderoNo nos zampamos un villagodio en Villagodio pero tampoco íbamos a conformarnos con una ensalada de quinoa. Disfrutamos de un soberbio lechal para tres, que nos sirvieron crepitando en una cazuela de barro sin más aditivo que su propio jugo, puesto a parte en un cuenquito, que le íbamos echando por encima. Para acompañar, unos torreznos y, ahora sí, un buen plato de lechuga. Rematamos con un pastel de queso a compartir, para rematar esta oda al colesterol que entre semana nos subyuga.

TorreznosAl acabar, vino Lázaro, el dueño del lugar, qué se interesó por cómo nos había ido. Quien quiera cordero lechal o cochinillo debe encargárserlo con antelación, por cierto, no se lleve ya en el lugar la cruel decepción de no encontrarlo. Nos ha ido de fábula, Lázaro, pero levantarnos y andar ahora no nos pidas. Para los amantes de la mar Lázaro tiene también menús con merluza y dorada. Una comida pantagruélica, de otro siglo como el villagodio, bajo una bóveda de piedra.

Villagodio

Calle San Agustín, 6

28014 Madrid

Tlf 913 69 29 21

villagodio

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