S’Espalmador: confundir el tesoro con la isla

Se mascaba la Guerra Civil cuando el empresario de Mataró Bernard Cinnamond James se aficionó a surcar el Mediterráneo a bordo de su nuevo barco. Lo había comprado tras deshacerse de una cuadra de yeguas de polo porque a su único hijo no le gustaban los caballos. Fue navegando entre las Baleares como Cinnamond, descendiente de una familia de ingleses dedicados a la importación de fosfatos, le echó el ojo a S’Espalmador, un islote al norte de Formentera de 137 hectáreas. Antes le habían ofrecido S’Estany del Peix, en la propia Formentera, pero creyó que “comprar agua no merecía la pena”, según contó su nieto, Norman Cinnamond, al Diario de Ibiza. Bernard Cinnamond acabó por quedarse con S’Espalmador, previo pago de 42.500 pesetas a Carlos Tur Roig, su anterior dueño. “Manifiesta el señor Tur que todo el ganado mayor y menor, menos las gallinas, palomos y patos, son de su exclusiva propiedad”, se preocupó de dejar por escrito en el compromiso de compra.

Era, claro, otra época. Una en que la isla no era el tesoro en sí misma. En que las gentes de Formentera, hastiados del dolce far niente, se abalanzaban sobre cualquier forastero y casi le pedían que se los llevase en su maleta, según los retrata Josep Pla en su libro Les Illes. “Me había impusado a ir la ilusión de poder contemplar un espectáculo de felicidad sólida y establecida -el espectáculo de la felicidad en un rincón que años atrás me había suscitado una tan abundante segregación mágica”, explica sobre Formentera en este libro, de 1970. “Y me había encontrado ante esta cosa inaudita: unos hombres que son absolutamente felices pero que lo son de mala gana, con un aburrimiento y una displicencia casi agrias. Unos hombres que venderían la felicidad que respiran, en cualquier momento, por un chavo”.

Por 18 millones de euros S’Espalmador está ahora en venta. El precio va bajando, no crean: el año pasado Normand Cinnamond y su hermana Rosy pedían 24 millones a cambio de este espacio natural protegido del que la familia conserva 80 hectáreas, tras verse afectados por el deslinde de la zona marítimo terrestre. El Consell de Formentera, al que los herederos tantearon en primer lugar “por deferencia”, declinó la oferta: les encantaría, pero esos 24 millones equivalen al presupuesto anual que manejan. Aunque los Cinnamond dijeron haber recibido “varias ofertas”, este año insisten en que se lo quede el Consell de Formentera con una rebaja. “Sería lo más apropiado para poder preservar la isla como se merece”, dicen.

Sucede que la exclusividad no entra en el precio: en España el litoral es de uso y dominio público. S’Espalmador, además, forma parte del Parque Natural de Ses Salines y las opciones de explotación turística (construir un hotel, por ejemplo) son limitadas. Célebre desde que Paz Vega se dejara embadurnar en Lucía y el sexo, todo hijo de vecino que pasaba por allí se puso a emularla. Qué demonios, hasta Paris Hilton y la realeza británica se untaron con su lodo de supuestas propiedades curativas, aunque se supone que está prohibido desde 2006 y lo único que se haya encontrado en él son coliformes, es decir, bacterias de la caca.

No es todo. Los propietarios han denunciado que Sa Torreta, al noroeste de S’Espalmador, se ha convertido en un camping descontrolado, aunque en teoría está prohibido acampar en Formentera. En cuanto a las aguas, se trata de uno de los tramos más concurridos del Mediterráneo: yates y veleros fondean a pocos metros de la playa. La paz de los Cinnamond, que solían veranear entre las dos casas de S’Espalmador que desde siempre disfrutó la familia, se ha visto truncada.

Al final, este verano pasó lo previsible. Un italiano lanzó un sábado noche una bengala desde un barco y abrasó una hectárea de sabinar. Podía haber sido peor, dadas las condiciones del islote en agosto. El jueves anterior, los propietarios de S’Espalmador se habían reunido con el Consell de Formentera para alertar una vez más de los riesgos derivados de la presión turística y la falta de control. Para manifestar, de nuevo, su impotencia.

Quizás las cosas no hayan cambiado tanto desde Pla, después de todo. El paraíso sigue aburriendo, si estás condenado a él. Y de nada sirve el tesoro si no hay forma de sacarlo de la isla.

P.D. A los factótums de la edición en catalán: hagan el favor de reeditar Les Illes. Sólo se encuentra en la obra completa de Josep Pla de Destino, no está disponible en casi ninguna librería y encima sale al nada módico precio de 40 euros.

P.D. Gracias, una vez más, a Matilde Hervella por la foto.

S'Espalmador

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