Por qué consumir el verano escribiendo de Japón

Collage de Japón

Por fardar. Porque ahora te toca pasar todo agosto en Barcelona y de alguna manera tendrás que entretenerte. Por recordarlo de vez en cuando. Porque con este calor a ver quién se arrima mucho tiempo a los fogones.

Todo eso es verdad, malévolos lectores. Si es que aún queda alguno por ahí conectado. Apuesto a que sí: va por ustedes. Acabo de volver de un viaje de tres semanas por Japón y vaya si he amortizado el JR Pass, ese bono de tren que, previo pago, te permite trayectos ilimitados por el país durante cierto tiempo (14 días en mi caso). La ruta ha sido la siguiente.

Al margen de razones más o menos egocéntricas, creo que vale la pena compartir la experiencia en Maldito Estómago. Japón es un destino estupendo por muchos motivos, pero si además te las das de gourmet o eres un morro inquieto, las vacaciones no tienen desperdicio. Aquí van algunas consideraciones:

* En ningún sitio he comido mejor por menos dinero. Vale la pena decirlo, porque Japón tiene fama de destino caro. Imagino que porque antes de que estallase la crisis de los 90 el yen estaba en la estratosfera y viajar al país con nuestras tristes pesetas era prohibitivo. Entendámonos, Japón no es Tailandia. Y en Tokio, una de las grandes capitales del mundo, puedes gastarte lo que te dé la gana, faltaría. Sin embargo, en Japón es posible comer mejor que bien por bastante menos que en Australia, Estados Unidos o en ciudades europeas como Barcelona, sin ir más lejos. Quizás no sushi o ternera de Kobe, pero suculentos platos como el yakitori (unos 200 yenes la brocheta de pollo, poco más de un euro al cambio), el okonomiyaki o el ramen (unos 800 ¥, no llega a seis euros) son muy asequibles. El agua, además, la ponen gratis.

* ¿Mucho pescado crudo? Mucho de todo, gracias. Lo que más ha exportado la nihon ryori (cocina japonesa) ha sido el sushi, pero más allá del pescado crudo y otras especialidades famosas como la tempura, esta gastronomía sorprende por su tremenda variedad. A parte de todos los productos del mar –algas incluidas–, la carne está bien representada –con el buey de Kobe como máximo exponente–, así como el vegetarianismo más sofisticado –el shojin ryori, que probamos en un templo budista–. La tipología de platos de fideos es abrumadora y también la de sopas. Con los derivados de la soja (tofu, miso y edamame lo son) y el arroz como pan nuestro de cada día, los japoneses hacen gala de una de las cocinas más diversas y equilibradas del mundo.

* La oferta es infinita, también de restaurantes. Muchos establecimientos se especializan en un tipo de cocina. Como las barras de sushi y sashimi, los yakitori-ya (que cocinan  brochetas a la parrilla de carbón) o los restaurantes de teppan o plancha japonesa, donde pueden degustarse por ejemplo yakisoba u okonomiyaki. Conviene disfrutar del ambiente nocturno de las izakayas o tabernas japonesas, que sirven comidas informales regadas con sake o cerveza. Y hay que levantar la vista del suelo: las calles están plagadas de restaurantes, pero muchos se encuentran en las plantas superiores de los edificios. Por algo Tokio es la ciudad con más con tres estrellas Michelín del mundo.

* Disfruta de lo que te pongan en el plato, preguntón. ¿Para qué obsesionarse con qué lleva esto o aquello? ¿Sabes japonés acaso? Sería lo suyo pero si no, a menudo tendrás que lidiar con una carta que no está en alfabeto latino. El camarero se deshará por explicarse, pero el don de lenguas no está entre las muchas virtudes que adornan a los japoneses. Quizás te encuentres en uno de aquellos restaurantes con réplicas de plástico de los platos en el escaparate (sampuru, se llaman) o quizás la carta contenga abundantes fotografías. Si es así, aprovecha y señala pero si no, dale una oportunidad a todo. A los comensales con más manías, que no cunda el pánico: zampar perro sin querer como en la vecina Corea no entra dentro de lo plausible. Una táctica es observar al vecino de mesa o barra y, si lo que se come tiene buena pinta, copiarse sin complejos. Relájate y disfruta, suele estar rico.

* Para qué obcecarse con recomendar un restaurante determinado, salvo en imperdonables excepciones. En Japón no existen direcciones al estilo europeo: se remite a una zona en vez de a una calle y los números no son necesariamente consecutivos, ya que antes de la década de 1950 eran asignados según la fecha de construcción. En resumen, llegar a cualquier sitio sin un mapa es un lío y puede pasar, pobre occidental, que después de dar mil y una vueltas te encuentres frente al letrero del restaurante en cuestión y, como no sabes leerlo, no lo identifiques.

Así que, teniendo en cuenta todo esto, voy a dedicarme en sucesivos posts a dar algunas pinceladas sobre gastronomía japonesa. Por puro placer, como una primera toma de contacto y desde el más modesto amateurismo. Será mi particular revista de verano.

Galería de fotos del ‘collage’

Especial Japón

1. Por qué consumir el verano escribiendo de Japón

2. El mayor mercado de pescado del mundo

3. Comer de pie en ‘Gion Matsuri’

4. El pez globo, más letal que el cianuro

5. ‘Shojin ryori’, cocina vegetariana budista

6. El lujo supremo de una cena ‘kaiseki’

7. Carne de Kobe: un placer prohibido

8. Cenar a lo Kill Bill: una despedida de película

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