Santoña: anchoas y Carrero Blanco

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* Decir Santoña es decir anchoa. La capital mundial, con permiso de L’Escala: más de 50 factorías en un municipio de apenas 14.000 habitantes. Allí nació el filete de anchoa en aceite, invento de un siciliano, Giovanni Vella Scatagliota, en 1833.

Antes de que Vella cambiase Trapani por Santoña, las anchoas se vendían en salazón y había que tomarse la molestia de limpiarlas. A él se le ocurrió que saliesen de la fábrica listas para su consumo: las limpiaba allí y las envasaba, primero envueltas en mantequilla y luego en aceite de 0 grados. Fue una gran ocurrencia, de las que transforman toda una industria.

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Gracias a Gianni Vella y otros salatori (salazoneros italianos) que se instalaron en la costa del Cantábrico en el siglo XIX, Santoña se convirtió en la tierra prometida de los temporeros. Tomaban sus calles con la primavera para meter en conserva los bocartes o boquerones capturados entre marzo y junio, los mejores para hacer anchoas porque son más grasos.

Sin embargo, todo se acaba. El Cantábrico ha perdido aquel centellear de lomos irisados que deslumbró a los sicilianos. La sobreexplotación pesquera ha llevado a la anchoa cántabra al borde de la extinción. La alternativa de boquerones procedentes del Mediterráneo, el Atlántico y otras latitudes (las costas del Perú, Marruecos, Japón o China) no da el mismo resultado. Los intereses comerciales chocan con unas restricciones imprescindibles para garantizar la actividad y la supervivencia de la especie.

* Carrero Blanco, hijo predilecto de Santoña. Las rémoras del franquismo en cambio no se extinguen.  Recordarán a Carrero Blanco: el último presidente de la dictadura, ungido por Franco para sucederle. Aquel tipo cuyo coche acabó en la azotea de un convento después de que ETA lo volase con 100 kilos de goma-2. Natural de Santoña, lugar que nos ocupa.

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Carrero Blanco no sólo tiene título en su pueblo desde 1967, también avenida y hasta una estatua en su honor. Tras la aprobación de la Ley de Memoria Histórica en 2007, se abrió un cierto debate no ya sobre quitarla, sino sobre darle un nuevo significado según sugirió la entonces alcaldesa, la socialista Puerto Gallego. “No se lo vamos a consentir, ni eso ni ninguna otra mariconada”, declaró a Público el concejal falangista de Santoña, Leoncio Calle. Y vaya si cumplió:  Público cayó pero la estatua de Carrero Blanco ahí sigue.

Recomiendo no perderse el reportaje. En él Leoncio Calle, del Movimiento Falangista de España, explica que defenderá a tiros la estatua de Carrero Blanco, como su partido tiene por costumbre. También se ufana de que Santoña sea el único consistorio con un edil franquista. En realidad hay otros dos concejales de Falange Auténtica en el pueblo malagueño de Ardales pero él los ve ”comunistas” por aupar a Izquierda Unida a la alcaldía.

En fin, cosas que pasan en España en el siglo XXI. No encontré la estatua de Carrero Blanco y me dio apuro ir preguntando por el pueblo, así que me quedé sin verla. Manías que tiene una, porque si está será para que la visiten.

* Bienvenido, míster Lindbergh. Sí tropecé en cambio con la estatua de Charles Lindbergh, el primer piloto en cruzar el Atlántico en un vuelo, sin escalas y en solitario, de EEUU a la Europa continental. Fue en 1927, de Nueva York a París, a bordo del mítico monoplano Spirit of St. Louis. Todo un héroe, que en 1932 fue víctima del suceso del siglo: el secuestro y posterior asesinato de su hijo de menos de dos años.

Forzados por el mal tiempo, Lindbergh y señora hicieron un aterrizaje de emergencia en la bahía de Santoña el 11 de noviembre de 1933. Su intención era viajar en hidroavión del Lago Constanza (Suiza) a Lisboa sin escalas. Pero amararon en Santoña por culpa del temporal, donde fueron acogidos por los Albo, propietarios de una fábrica de conservas: tenían la rara cualidad de hablar inglés.

Al otro día, todo el pueblo los homenajeó como mejor supo, entre gritos de “¡Hurra Lindbergh!”, pastelitos y vino de Jerez. Al día siguiente, 13 de noviembre, el matrimonio reemprendía su viaje con varias latas de sardinas para el camino.

Aquí, una crónica de la época. Dos años más tarde, los Lindbergh se trasladaron a Europa, donde él estudió las fuerzas aéreas de varios países. A la vuelta a los Estados Unidos en 1939, dio conferencias a favor del aislacionismo estadounidense en la Segunda Guerra Mundial. Se declaró partidario de Hitler y antisemita, pero esa es otra historia que ya ha originado fabulosas elucubraciones.

Santoña, siempre en el meollo. Poca gente para tanta historia.

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