Para vender la mercancía hay que enseñarla. Y para los productos del mar ningún escaparate mejor que el de la pescadería clásica. De ahí el éxito de los restaurantes que la han incorporado: lecho de hielo picado, con pescados y mariscos a la vista del cliente, quien basta que señale lo que le entra por los ojos. Una vez pesado y tasado, pasa a la cocina y luego al plato.

Este tipo de restaurantes ofrecen mucho y poco, según se mire. Poco en el sentido de que las opciones culinarias son mínimas y no plantean grandes disyuntivas más allá de elegir entre calamares a la romana o a la andaluza y mejillones a la marinera o al vapor. No se trata de descubrir nada nuevo, vamos. Mucho porque al pescado fresco no le conviene, como norma general, enmascararlo con mil y un ingredientes. Qué mejor manera de comer una buena pieza de atún que a la plancha con sal gorda o incluso crudo (sashimi, sushi, tartar, etcétera). O un besugo que al horno en su propio jugo con algo de limón y un refrito de ajos y guindilla como mucho.

El más barato de los restaurantes-pescadería es la popular La Paradeta, con sucursales en Sants, el Born, Meridiana, Sagrada Familia y Sitges. Muy a favor: tiene una imbatible relación calidad-precio. Como imbatibles son las colas que se forman a sus  puertas, ya que no admite reservas. Eso, unido al self-service y a que es frecuentado por una bullanguera mezcla de familias y turistas no lo convierten en la opción más relajante ni adecuada para una cena romántica.

También está Fishop, del grupo Travi, que al mostrador de pescado (de la lonja, aseguran) ha incorporado un catálogo de sushi bastante extenso. Basta un vistazo a la carta para comprobar que no es la opción más asequible. En los últimos tiempos, han inaugurado también Beefshop, que traslada a la carne el mismo concepto.

El establecimiento de este tipo que más frecuento es Mariscco, el de Còrsega con Balmes, aunque por lo visto hay otro en la Plaza Real.  Me gusta más que La Paradeta porque el ambiente es sosegado, te traen la comida a la mesa y el local me resulta más agradable. Los precios son inferiores que en el Fishop, aunque han subido en los últimos meses así que al tiempo. El pescado es de buena calidad y, dentro del apartado de sugerencias, destaca una muy lograda caldereta de bogavante. También ofrecen tres opciones para comer carne –solomillo, entrecot de buey y hamburguesa de ternera– aunque yo, personalmente, no lo haría.

La última vez que fui, a principios de octubre, pedimos para dos una tapa de pulpo a la gallega, chipirones a la andaluza y mejillones a la marinera. Redondeamos con un buey de mar, aderezado con algo de ensalada y salsa rosa. Todo muy correcto. Eso y una botella de vino de la casa, subió a 44 euros. Para los afortunados que tengan: aceptan tickets restaurante Sodexo.