¿Tan mal se come en Londres?

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Igual que Irene Adler era para Sherlock Holmes ‘La Mujer’, Londres siempre será para mi ‘La Ciudad’. Allí me planté un verano con 20 años, una maleta pesada al miligramo y poco más de 200 euros en el bolsillo. Ansiaba encontrar trabajo para quedarme unos meses y me lo dieron en el restaurante Azzurro, un italiano cerca de la estación de Waterloo: primero de ayudante de cocina, de camarera luego.

Cuando volví a Barcelona para estudiar periodismo había ahorrado unos 1.000 euros y me sentía rica, sobre todo en historietas para contar a mis amigas. Nada heroico que hordas de jóvenes de entonces y de ahora no reprodujeran. Sin embargo, he conocido otras ciudades, en mejores condiciones y encantadoras muchas de ellas, pero ninguna ha roto el hechizo de que Londres fuera la primera.

Hace poco tuve el privilegio de volver. Los ingleses tienen la fama bien ganada de desplegar sobre el mantel el mismo gusto que demuestran al pasear por nuestras costas con calcetines y sandalias. Si bien su capital no es un destino gastronómico de primer orden, decir que  se come mal en ella es, si no del todo falso, como mínimo simplista. Se puede comprobar sobre el terreno, pero ahí van unos cuantos argumentos.

* En primer lugar, no hay tantos ingleses en Londres como cabría esperar. Un 36,7% de sus 8,6 millones de habitantes han nacido fuera del Reino Unido, según el censo de 2011. Entre los grupos étnicos más numerosos, los negros africanos (576.000) han sobrepasado ya a los indios (545.000). Las proyecciones advierten de que en 2022 quizás otros asiáticos sean los que se sitúen en cabeza.

Londinenses recordando viejos tiempos

Londinenses de los que ya no quedan

* En términos gastronómicos, esto significa que en Londres se puede dar la vuelta al mundo sin coger ni el metro. La competencia es feroz, con 17.316 restaurantes catalogados en Tripadvisor. A quien no tema al cambio en libras, lo cual es mucho decir, se le abren un sinfín de posibilidades, con triestrellados como los que regentan los archifamosos Gordon Ramsay y Alain Ducasse. Estas celestiales criaturas podrán además libar vino pese a su precio hiperbólico, en vez de sorber cerveza tibia o tap water.

* Luego están los mercados, una opción colorista y asequible para todo hijo de vecino. Se encuentra de todo y comida no falta. El mercado de producto al uso se combina con puestos de venta ambulante y restaurantes. Desde las propuestas canónicas como Borough Market, a opciones más alternativas como Broadway Market o Brixton Village Market, donde el mestizaje se convierte en un estallido sensorial con restaurantes y productos de todas las latitudes: la ruta por los mercados es otro viaje en sí mismo.

'Muhammara' típica de Brixton

‘Muhammara’ de Brixton

* Londres marca tendencia, también en gastronomía. El desapego por las cosas del comer no está de moda, los foodies se han multiplicado como setas. El cocinero Jamie Oliver es una estrella nacional y parece haber envalentonado a los ingleses para meter la mano aquí y allá como hace él y preparar un menú en 15 minutos. En Londres encontrarás un buen surtido de restaurantes de comida raw –vegana, orgánica y cruda–, cocinas que utilizan la energía solar o el agua de la lluvia, gastropubs japoneses y todo lo que se te ocurra. Lo difícil parece inventarse algo, no importa la extravagancia.

Por todo ello, creo que vale la pena romper un mito. Dedicaré unos cuantos posts a lo que se guisa en Londres, un melting pot que bulle sin parar.

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P.D. La foto de los londinenses de antaño corresponde en realidad a una recreación histórica que tuvo lugar el 25 de enero de la ejecución del rey Charles I en 1649, que presencié con asombro de pura casualidad.

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