Algo pasa con Brixton

Brixton Village en domingo

El barrio londinense de Brixton no es ninguna pradera, que cantaría Sabina. Al menos no lo fue durante la mayor parte del siglo pasado: lo mejor que le pasó por entonces, para ser sinceros, fue ver nacer a David Bowie. Lo construyeron en el siglo XIX con tal de atraer a la pujante clase media, pero aquellas casas victorianas no tardaron en desparramarse. Durante la Segunda Guerra Mundial florecieron las pensiones; a partir de 1948, los inmigrantes caribeños. Brixton se depauperó, las tensiones raciales crecieron, lo afligió la droga y la delincuencia. Un cóctel que explotó en 1981, el año en que nací yo y el más violento según una película que se estrenará en breve, pero que va de Nueva York. En Brixton la policía detuvo sin motivo aparente a un taxista del lugar, lo que dio paso a dos días de batalla campal que acabaron con cientos de heridos y decenas de detenidos.

El fantasma de la segregación racial y los riots o disturbios de los ochenta todavía espanta a los londinenses. Sin embargo, algo pasa con Brixton y tiene como epicentro el mercado cubierto que la policía solía llamar “el súper de la droga 24 horas” en los 90 y que fue rebautizado como Brixton Village en 2009. Ironías al margen, el nuevo nombre fue acompañado de la buena idea de alquilar los puestos gratis por tres meses para promover que se asentasen nuevos negocios. La idea cuajó y en la actualidad una docena o más de restaurantes conviven en el Brixton Village, todos con la cocina a la vista y a buen precio.  Ya en 2011, un crítico gastronómico de The Guardian no dudaba en calificarlos como “la más excitante, radical aventura en la escena de la restauración británica ahora mismo”.

Muhammara

Muhammara

Hay de todo un poco: desde Honest Burgers, a la cocina tailandesa del Kaosarn, pasando por okonomiyakis en el japonés Okan o la fusión británica-china del Mama Lan. Yo me zampé unos tacos a pie de calle nada más llegar y rematé por prescripción de una amiga en el French & Grace, de inspiración moruna, con una muhammara estupenda y un wrap o rollito de falafel. Todas las propuestas parecían buenas y lo más interesante resultó sentarse bajo los arcos del mercado, de donde cuelgan las banderas de multitud de países, y ver a la gente desfilar. Era un domingo y aquello bullía. Los fines de semana coincide con el Station Road Market, un mercado alternativo donde puedes encontrar ropa vintage y artesanía, y el domingo con el Farmer’s Market, donde los granjeros despliegan sus productos.

Si bien sigue siendo un barrio negro en su mayoría, los hipsters, esos risueños barbudos siempre a la caza de nuevas experiencias de consumo, han repoblado Brixton. Hasta la cárcel alberga un restaurante de moda, Clink, con lista de espera de hasta dos meses. El año pasado a un nuevo local se le fue la mano al ofrecer Champagne & Fromage, como su nombre indica. A la concurrencia ya le pareció demasiado, o sea. Nada hay más burgués que intentar no parecerlo, resumiría Warhol.

Ya no sólo se aventuran a vivir en Brixton artistas, periodistas y otros profesionales liberales sin planes reproductivos en el horizonte. Aquellos médicos, banqueros y abogados a los que en el siglo XIX se intentó, sin éxito, captar, finalmente han llegado. Esto por supuesto ha repercutido al alza en el precio del suelo. Sólo en el 2012, los precios de los alquileres subieron un 35%. Un año después, la apertura en Brixton de la agencia inmobiliaria Foxtons fue recibida con pintadas de “Yuppies out” (“Fuera yuppies“). Aquel barrio conflictivo, pero también bohemio y levantisco,  teme ser desfigurado. Nada que no hayamos visto en otras ciudades como, sin ir más lejos, Barcelona. Sólo que Brixton, aquel lugar tremendo que hace menos de dos décadas muchos londinenses no se atrevían ni a pisar, no aguanta la comparación con el Raval ni Gracia.

A la espera de ver como acaba, no dejen de darse una vuelta. Vayan con dinero en efectivo y sin prisas, ya que en la mayoría de los restaurantes no admiten reservas. Si comen en el French & Grace, por cierto, quizás les atienda una chica de Madrid que estudia Bellas Artes. El servicio no está incluido, así que no sean hispters para todo y hagan el favor de dejarle una buena propina.

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