Panna cotta con mermelada de higos

panna_cotta

No soy de las que se dejan lo mejor para el final. Por falta de optimismo y de paciencia: demasiadas veces el final irrumpe antes de lo esperado y es una lástima que te pille así, ahorrando para el futuro opciones de un placer que ya nunca gastarás, en una especie de corralito de alegría. Prefiero apurar desde el primer momento por lo que pueda pasar, aunque ese darlo todo signifique llegar cansada cuando la etapa resulta más larga de lo que preveías.

Tampoco soy muy de postres, por lo mismo. Me pillan sin hambre, ansias como es una. Luego está la técnica, la precisión, la alquimia. El esfuerzo que requieren no me compensa, el chocolate o los helados suelen bastar para endulzar mi vida. Y en caso de necesidad, siempre nos quedará una buena pastelería.

Sin embargo, hay excepciones. Como al divisar la blancura de una panna cotta que sobre el plato se bambolea. Este postre típico de la región italiana del Piamonte significa literalmente “nata cocida”. Sólo hay que hervir nata y leche a partes iguales, mezclar con la gelatina y esperar a que cuaje como por arte de magia dentro del molde. Nunca una mínima destreza repostera tuvo tanta recompensa.

La pana cotta además es versátil. Sabe a puro lácteo y en consecuencia le va bien cualquier coulis de frutas (de fresas o frambuesas son los más habituales) o compota (albaricoques, peras, melocotones, incluso mango). Yo, que no tiro mucho a lo dulce, la aderecé con una mermelada de higos comprada en un mercado de artesanías. Frutas a parte, la pana cotta regada con chocolate fundido también está espectacular o con una bola de helado, de café o turrón por ejemplo. También puede tunearse la panna cotta misma, añadiendo cacao  o incluso chocolate blanco a la mezcla de nata y leche.

Aunque para empezar, recomendaría disfrutar de la versión clásica. Lo más importante es la textura, que debe ser firme pero no rígida, suntuosa, de manera que al mover la panna cotta ésta tiemble y nosotros con ella. Un par de consejos al respecto. En primer lugar, usar la cantidad de gelatina necesaria pero sin pasarse, para no recauchutar la mezcla. Y en segundo, cocinarla con la suficiente antelación, ya que debe enfriar un mínimo de cuatro horas en la nevera antes de servirla (aunque no más de un día).

Ingredientes (4 personas)

- 250 ml de leche

- 250 ml de nata de montar

- 50 gr de azúcar

- Media vaina o una cucharada de esencia de vainilla

- Dos hojas de gelatinas de sabor neutro

Preparación

1. Reservar un poco de leche fría en un vaso donde pondremos a hidratar las hojas de gelatina

2. Llevar al punto de ebullición el resto de la leche con la nata, el azúcar y la vainilla

3. Una vez rompa a hervir, apagar el fuego, añadir la gelatina y remover bien con unas varillas

4. Poner la mezcla en moldes de flan individuales y dejar que se enfríen a temperatura ambiente

5. Una vez la mezcla esté tibia, guardar en la nevera un mínimo de cuatro horas antes de servir

Consejos prácticos

* Conviene saltarse la dieta por un día y prescindir de lo light: a la panna cotta no le sienta nada bien la leche desnatada. Exige lácteos de calidad y enteros

* Enfriar la panna cotta encima de hielo hasta que empiece a cuajar es un buen truco

* Hacer mermelada casera de frutas -higos, en este caso- no es tan complicado. Yo me lo ahorré, pero aquí os dejo una receta

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>