Comer o pasarse al Soylent

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La comida del futuro consiste en no comer. En su lugar, podrás nutrirte de Soylent, un batido de color beis, textura arenosa y sabor “neutro, pero aun así agradable” en su mejor descripción, la de su creador, Robert Rhinehart. Este ingeniero informático, de 25 años, lo daba todo en una empresa tecnológica en San Francisco mientras se alimentaba a base de comida basura, por falta de tiempo y dinero. Nada muy original sino fuera porque Rhinehart patentó una bebida que contiene “todo lo que necesitas para sobrevivir”: proteínas de soja que nutren y mejoran la digestión, aceite de algas que aporta energía; vitaminas y minerales. Aquí la fórmula completa.

Dos años después, el invento sustituye a la alimentación tradicional entre los empleados de Silicon Valley, que han visto además a la oportunidad de negocio. Y del valle californiano, ya se sabe, a dominar el mundo. Después de una primera versión en polvo, en octubre empezará a comercializarse el batido Soylent 2.0, que ya no hay que mezclar con agua y se conserva un año fuera de la nevera. Doce botellines, 29 dólares.

¿Y por qué cambiar tus platos preferidos por este mejunje? Por placer no, desde luego, como queda patente en este vídeo del New York Times, donde lo prueban un sommelier, un gastroenterólogo, una entrenadora personal y una crítica gastronómica. Las caras son un poema, pero también añaden que es “aburrido”, “un poco grumoso” o “no lo calificaría de delicioso… digamos que sabe muy sano”. Ninguno de ellos cambiaría sus comidas por Soylent: la entrenadora personal es la única que al menos lo tomaría una vez al día, en caso de “soportar el sabor”. El gastroenterólogo advierte de que provoca flatulencias y recomienda visitar a un médico si se utiliza como única fuente de alimentación. El más gráfico es el sommelier: “Si esto es la única manera de sobrevivir en la Tierra, ¿cuál es el sentido de la vida, sinceramente?”.

Por algo el batido toma el nombre de la película Soylent Green (1973), en la que en una Nueva York superpoblada -año 2022- sólo una élite tiene acceso a los alimentos naturales como las verduras y la carne, mientras que la plebe malvive a base de los concentrados de la fábrica Soylent. Un panorama apocalíptico en el que un nutriente así cobra sentido.

De vuelta a la realidad, por ahora menos triste, el creador de Soylent defiende que te libera de cocinar, algo que él vive como el peor de los castigos. “Las cocinas son caras y sucias”, opina Robert Rhinehart en su blog personal: “Son las más ávidas consumidoras de electricidad, agua y mano de obra y producen más ruido y basura que cualquier otra habitación”. Además su producto es 100% vegano, barato, eficiente y sostenible.

En casa él ya sólo toma su batido, asegura, y come al uso en los restaurantes, para socializarse. Su salud no se resiente, ha reiterado en diversas entrevistas, aunque la ONG medioambiental As You Saw advirtió este mismo mes que, en un análisis de Soylent que había encargado a un laboratorio independiente, detectó una concentración de plomo de 12 a 25 veces por encima al límite fijado en California para la salud reproductiva, y cuatro veces superior del establecido para el cadmio. Soylent salió al paso de estas acusaciones con el argumento de que los niveles de metales pesados de su producto “son enteramente seguros y sostenibles” y que “rastros de plomo y cadmio hay en todos los sitios”.

Sólo una cosa está clara: la startup, a la que insuflaron 20 millones de dólares a principios de año, funciona viento en popa. Soylent, con su aire de ciencia ficción, ha conseguido una amplia cobertura en los medios anglosajones, atentos a cualquier vicisitud de la marca. Robert Rhinehart quizás invierta el tiempo que ahorra en comer en crear nuevos productos que nos eviten otras funciones vitales, quién sabe. Si se mantiene a salvo de contratiempos.

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