Crema de champiñones y castañas

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Existe la broma familiar de que en caso de guerra, catástrofe o holocausto caníbal, siempre nos quedará volver al Bierzo y adentrarnos en el tupido bosque hasta encontrar los castaños que hemos heredado de la abuela. Allí están, cumplidores en ofrecer sus frutos cada otoño, sin que sus futuribles propietarios sepamos precisar dónde. Da pena, pero también alivio, pensar que en el peor de los casos tienes la salida de correr hacia un árbol y abrazarte a él: volver así a tus orígenes y a los de la especie.

Porque las castañas son de lo más nutritivas, como comprobaron todas las generaciones que se quitaron el hambre gracias a ellas. No obstante, tienen pocas calorías, al contrario de lo que piensa la mayoría de la gente, muchas menos que otros frutos secos como las nueces. Su capacidad de saciar se debe a los hidratos de carbono, al igual que las patatas. Además son ricas en fibra, potasio y vitamina B, que suben el tono vital y disipan la melancolía propia del otoño.

Sólo hay un problema en mi fantasía postapocalítica: no me gustan las castañas, así que dudo que pudiera ser feliz. Mi madre, que se empeña en mantener sus tradiciones y compartirlas conmigo, suele celebrar el magosto. Yo la dejo asar mientras royo con desgana alguna castaña cruda, la única manera en que las tolero.

Sin embargo, le estoy dando una segunda oportunidad a las castañas, a ver si me pasa como con otras aficiones maternas tipo Raphael: a fuerza de insistir, me ha hecho fan. Eso sí, las disimulo, como en esta crema donde su sabor dulzón se entremezcla con el de los champiñones. Los castañófilos pueden poner mitad y mitad de cada. Yo de momento lo dejo así, con la idea de subirme la dosis poco a poco.

Ingredientes (para dos personas)

- 300 g de champiñones

- 100 g de castañas

- Una cebolla pequeña

- Un puerro

- Medio litro de caldo de ave (pollo o gallina)

- Una cucharada de mantequilla

- Sal y pimienta negra

Preparación

1. Precalentar el horno a 200º

2. Picar en trocitos la cebolla y el puerro

3. Hacer un corte lateral a las castañas para que sea sencillo pelarlas luego, introducirlas en el horno y dejar que se asen durante 15 minutos

4. Limpiar los champiñones bien, sin que queden rastros de tierra, y cortalos en trocitos

5. Poner una sartén al fuego con la cucharadita de mantequilla

6. Rehogar la cebolla y el puerro picados a fuego suave, con cuidado de que no se quemen

7. Añadir los champiñones y dejar que se pochen, removiendo de vez en cuando

8. Con cuidado de no quemarse, quitar la cáscara a las castañas sin dejar que se enfríen del todo, frotarlas con las dos manos y quitarles bien la piel

9. Incorporar las castañas a la sartén y mojar con el litro de caldo de pollo

10. Esperar a que hierva y mantenerlo durante unos 15 minutos

11. Triturar bien la crema, probar y salpimentar

Consejos prácticos

* El caldo de pollo o gallina puede ser casero (qué mejor) o envasado. Yo lo utilizo como base de muchas cremas de verduras, se puede hacer mucho y congelar. También se puede utilizar agua con una pastilla de caldo concentrado tipo Avecrem o agua a secas.

* A esta crema se le puede añadir justo antes de triturarla un poco de leche evaporada o nata líquida para darle textura. Por norma general, yo prefiere evitar los lácteos en las cremas, pero es cuestión de gustos.

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P.D. Las fotos de abajo son de MJ Flores, enviada especial de Maldito Estómago al Bierzo. Es broma, claro: ella también tiene familia allí y ha ido a presentarse a sus castaños.

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