El crónut y la invasión de las pastas híbridas
Dominique Ansel ha logrado lo que la mayoría como mucho sueña. Inventarse algo y no sólo que las multitudes paguen por ello sino que, con tal de conseguirlo, estén dispuestas a levantarse al alba para guardar turno y esperar las horas que hagan falta. El tal Dominique no es ninguna estrella del rock, ni actor, ni futbolista, sino un cocinero francés especializado en repostería que reside en Nueva York desde hace siete años. Su creación, el crónut: un bollo hecho de masa de croisán con forma de donut.
La fiebre comenzó a mediados de mayo. Las inverosímiles colas que se formaban a las puertas de la panadería del Soho donde Ansel vende sus crónuts a cinco dólares la pieza llevaron a racionarlos a dos por persona. Hugh Jackman se comió un crónut, Heidi Klum por lo menos lo sostuvo. Ya lo decía Sinatra en New York, New York y por lo visto sigue vigente: si puedes hacerlo allí, lo harás en cualquier parte.
Siete meses después, las colas continúan en el Soho y el producto se ha exportado a todo el planeta. Incluso le han salido parientes. Mey Hoffman, la de la famosa escuela de cocina, ha acuñado el ‘crocake’, un paso más en la hibridación repostera. De nuevo masa de croissant, esta vez en forma de cupcake recubierta de crema de queso y rellena de mermelada de frambuesa. A la venta en la Pastelería Hoffman, en la calle Flassaders de Barcelona. Todavía no me he acercado.
Sí me atreví con el crónut, ya que me lo trajeron al barrio. No hubiese tenido inconveniente en irme a Nueva York a probar el original, pero el señor de WordPress no vio necesario pagarme el viaje.
Así que me consolé con un desayuno de los campeones el domingo, previo paseo al Boldú de Gran de Gracia. Se trata de un obrador que se jacta de elaborar sus propios panes y pastas desde 1939. Aunque sus precios no son de ese año, ya aviso, y menos el del crónut, que cuesta 2,50 €, los panes son excelentes.
Opté por un crónut de Nutella, aunque también los había de limón y frambuesa. Mi impresión fue que la masa, en teoría de croisán, se parecía más a la de un chucho. La bolsa de papel en que me lo llevé acabó por debajo casi transparente. Suerte que el zumo, muy ácido con estas primeras naranjas de noviembre, debió corroer el crónut y al final tuve una buena digestión.
Con todo, le daré al crónut una segunda oportunidad, así que por qué no darle una primera. También los ofertan en otros establecimientos, como en la pastelería Cal Forner o en la cadena de panaderías Santa Gloria. Mi duda es si el bollo más viral de todos los tiempos es esa especie de chucho glaseado que yo me comí o algo más sutil. Ansel no los exporta ya que la masa es dedicada y de hecho sólo produce 200 unidades al día. ¿Es la calidad del crónut lo que ha conquistado al mundo, su omnipresencia en Internet o la falta de novedades en las panaderías? Sea lo que sea ha marcado tendencia. Ya hay crookie (croissant + cookie), townies (tartaleta+brownie) y duffins (donut+muffin) ¿Alguien da más?