Réquiem por un cocinero: Can Fabes a subasta

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Esta no quiere ser una historia triste, aunque tiene todos los ingredientes para parecerlo. Un cocinero, Santi Santamaría, que murió hace tres años en Singapur de forma súbita y prematura. Un restaurante, Can Fabes, el primero en conseguir tres estrellas Michelín de Cataluña, que tuvo que cerrar el pasado agosto por falta de viabilidad económica tras más de tres décadas en marcha. Un legado oneroso y una solución inédita: subastar los enseres del chef, es decir, los platos, los cubiertos, la cristalería y hasta los azucareros.

Un total de 500 lotes que ayer se vendieron en el restaurante Caelis del Hotel Palace de Barcelona al mejor postor, a menudo algún antiguo colega de Santamaría. Además de material de cocina, se ofertaba mobiliario y tres cuadros pintados por él con pigmentos como el café o la tinta de sepia con los que en breve se montará una exposición, según anunció la familia. Amigos del cocinero, foodies, periodistas y curiosos formaban parte de la mucha concurrencia.

Carles Abellán se quedó por 1.000 euros con una de las piezas más cotizadas de la subasta, la chaqueta blanca de Santamaría con su nombre bordado y las tres estrellas. Otros mil euros pagó Carles Gaig por un ejemplar del polémico libro La cocina al desnudo con anotaciones del autor. Joan Roca y Nandu Jubany pujaron por singulares utensilios de cocina. El rango de precios osciló entre los 10 euros de los objetos más asequibles a los 23.000 euros de un carro para servir rosbif de plata que al final se quedó sin dueño. Lo más disputado fue la gama media, como los 12 platos con la serigrafía de Can Fabes que adquirió Romain Fornell por 180 euros. Al frente del Caelis, él fue uno de los instigadores de la subasta.

“Tener todo esto en cajas daba pena”, defendió Regina Santamaría, hija del chef, quién confía en que los utensilios lleguen a manos que sepan apreciarlos “inspirando, creando vida”. Los que no sedujeron para este Toy Story gastronómico y se quedaron sin comprador probablemente serán donados a ONGs y escuelas de cocina. El dinero recaudado –no se especificó, el valor global de salida eran 70.000 euros– servirá para afrontar las deudas aún pendientes a la familia, que también ha vendido la bodega de Can Fabes a un empresario de Singapur.

Regina está a punto de incorporarse a una consultora internacional para dirigir una nueva área de hostelería y restauración, su hermano Pau ha puesto en marcha un negocio de distribución de frutas y verduras. Ella reconoce sin ambages que Can Fabes fue la pasión de su padre, no la suya. Es hora de pasar página. Quieren seguir con sus vidas.

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