Los ‘food trucks’, a la conquista de las calles

food_truck_1Barcelona no es Bangkok. Tampoco en el rebullir de puestos de comida callejera. De hecho, aquí están prohibidos por ley: sólo las churrerías, las heladerías y las paradas de castañas tienen permiso para desplegar sus encantos en las aceras. Por algo el negocio del siglo XXI va sobre ruedas. Las necesitan para ir de una feria o festival a otro. Los food trucks –furgonetas o pequeños camiones equipados para cocinar y vender comida de forma itinerante– sólo pueden participar en eventos puntuales o en establecimientos permanentes con licencia propia.

Aún así, son una tendencia en alza: si en 2013 había una docena de food trucks en Cataluña, en 2015 ya son más de 70, según la Asociación Catalana de Food Trucks. Creada hace un año, mañana se presenta  en Granollers. Reclama que los food trucks puedan “circular por la calle como en Estados Unidos, que concedan permisos para aparcar unas horas en zonas determinadas“, según explica una portavoz a Maldito Estómago.

La asociación Street Food Madrid también está en ello. ”Queremos acabar con la inseguridad jurídica actual logrando que los distintos distritos de Madrid armonicen requisitos para estos eventos”,  reivindican.

crepes

Por ahora, no hay una legislación estatal y los food trucks deben atenerse a la normativa de cada municipio. Contra el vacío legal, a la asociación madrileña se le ocurren unas cuantas soluciones: desde crear una nueva categoría de kiosko provisional dentro de la regulación de kioskos y terrazas hasta permitir la instalación provisional de estructuras y vehículos de venta de alimentos bajo licencia. Incluso trabajan en una normativa propia para el sector, según su portavoz Fabio Gándara.

Aunque eventos como Palo Alto Market o el Vermut Solidari de la antigua fábrica Estrella Damm hagan pensar en hispters y gente guapa, el desembolso que supone un food truck invita a tomárselo en serio. “No es un hobby, es una empresa”, destacan desde la Asociación Catalana de Food Trucks. Uno de estos vehículos puede costar entre 15.000 y 40.000 euros, según la tipología. Parejas jóvenes que se han quedado sin trabajo, chefs que ya tienen un restaurante y abren otra línea de negocio o restauradores que prueban suerte con una alternativa más barata a un local son los perfiles de food truckers más frecuentes, enumeran. Para participar en los eventos gastronómicos, pagan una cuota de inscripción o un porcentaje sobre los beneficios que extraigan.

 ”La street food es un negocio innovador con costes reducidos que permite a muchos jóvenes emprendedores labrarse un modo de vida independiente y con futuro”, defienden también desde Street Food Madrid. Recuerdan que esta tendencia ya triunfa en ciudades como Nueva York, Londres y París y ha venido para quedarse: ”A los españoles nos encanta hacer vida en las calles, nos encanta comer, combinar sabores distintos a través de tapas y compartir con amigos”, opinan. Para ser felices, sólo quieren un camión. Con licencia para echar a rodar por las calles. 

P.D. Estas fotos tan cuquis no podían ser mías. Fueron tomadas en la última edición de Palo Alto Market por la mano experta de Matilde Hervella, amante de los tonos pastel y mejor persona. pizza

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