Adoro las legumbres. Lentejas, cocido, fabada, boliches… La cuchara parece inventada para fondear estos pucheros, llevártelos a la boca y relamerte mientras observas tu reflejo satisfecho en su cuenca,  también él del revés.

Aún así, sólo como legumbres los fines de semana por operatividad y deferencia. Zampo hasta que mi maldito estómago pide tregua y luego me espachurro en el sofá y veo una película, leo un libro o si no doy para más me echo la siesta. Me regalo una jornada de reflexión, de retiro shaolin, de examen de conciencia. Las legumbres no sólo son compatibles con la vida moderna, incluso deberían recetarlas. Tardan en hacerse, tardan en comerse y tardan en digerirse. Slow food en un sentido estricto. Una excusa perfecta para recuperarse del trajín de la vida moderna y tomar fuerzas.

Sin embargo, no todas las recetas de legumbres requieren cazuela de barro, un largo periodo de chup-chup ni las obligaciones laborales de una abuela para hacerlas. Y menos desde que se inventó la olla exprés y además venden garbanzos de bote, alubias y hasta lentejas. Aquí un plato fácil, riquísimo y barato, que me traje de contrabando de La Cova Fumada. Los garbanzos con morcilla no engordan: engordas tú. Es un chiste recurrente en mi casa, disculpad la ocurrencia.

Ingredientes

- Un tarro de garbanzos cocidos (400 gramos)

- Dos morcillas de arroz

- Media cebolla

- Un ajo

- 15 gr. de piñones

- Medio vasito de vino blanco

Preparación

1. Picar el ajo y la cebolla y pocharlos en una sartén

2. Retirar la tripa de la morcilla y cortarla en trocitos

3. Una vez la cebolla esté dorada, añadir la morcilla hasta que el sofrito coja color

4. Escurrir los garbanzos, lavarlos con agua en un escurridor y añadirlos

5. Remover con una cuchara de madera y acto seguido añadir los piñones

6. Verter el medio vaso de vino blanco

7. Tras cinco minutos al fuego retirar y servir caliente