Más es más en Can Vallés

'Carpaccio de reno'“Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas”, decía Groucho Marx: “Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna”. Me acordé de él mientras cenaba a dos carrillos en Can Vallés, en pleno Eixample de Barcelona. En estos tiempos de guisantes escaldados y puestos a tiritar, se agradece esta cocina opulenta según la cual mejor que un carpaccio es un carpaccio con trufa laminada, mejor que unas múrgulas, unas múrgulas con foie y mejor que un solomillo si acaso serán dos.

No me malinterpreten, Can Vallés no es un asador segoviano de esos donde parten el cochinillo con el canto de un plato. Lo esencial no es la cantidad, la estética de los platos apabulla y a menudo se remata con una vistosa florecilla. Sin embargo, se trata de un restaurante de cocina de mercado donde la base es el producto. Y el género por el que se apuesta no es humilde en la mayoría de los casos: suntuosas carnes, setas, langostinos, jamón ibérico. No se va a Can Vallés a descubrir la sopa de hinojo ni a reconciliarse con las berzas.

En nuestra primera visita nos dejamos aconsejar por el maître, Pedro, a quien reconocerán porque es clavadito a Martin Scorsese. Nos diseñó un menú equilibrado, con medias raciones para ir probando y hacernos una idea más completa de la oferta gastronómica.

'Carpaccio' de buey con trufa laminada

‘Carpaccio’ de buey con trufa laminada

Comenzamos con dos carpaccios exquisitos, acompañados de coca de vidre: uno de buey con trufa laminada y otro de reno con frutos rojos y mostaza antigua. En este último, el punto ahumado de la carne de reno se imponía a la mostaza y sólo el potente sabor de los frutos rojos, cuando mordías uno entero, lo enmascaraba un poco. La estética del plato era además una virguería, tanto por el contraste de colores como por su geometría, en forma de cuadrado con una espiral dentro. Precioso.

Tras esta primera toma de contacto, seguimos con los tallarines de atún rojo aliñados con jengibre y menta natural, que según nos contó el camarero les gustan a todo el mundo. Yo no fui una excepción y me sedujo su frescura y ligereza.

Tallarines de atún con jenjibre y menta

Tallarines de atún con jenjibre y menta

Ya cerrado el apartado de los crudos, comimos una de las especialidades de la casa, que no puedes dejar de probar si pisas por primera vez Can Vallés. Se trata del canelón relleno de pies de cerdo con salsa de ous de reig, que se sirve muy caliente. La salsa de setas envuelve cada bocado, la textura del relleno es perfecta. Hubiese repetido, pero me contuve.

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Ese fue el cénit de la cena. Aún quedaban las mencionadas múrgulas, que paseamos largo rato por la boca para apurar al máximo la salsa de foie atrapada en su superficie de colmena. Culminamos con un solomillo al punto sobre el que no hay mucho que añadir y una tarta de queso espléndida.

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Una cocina regia, a cargo de Josep Álvarez, que no casa con el aspecto del local, mucho más austero. Aunque no es barato -unos 50 euros por cabeza con vino- teniendo en cuenta el nivel se trata de un precio muy razonable y es indispensable reservar en fin de semana. Fieles a la tradición de regalarnos cenas memorables por nuestro cumpleaños, esta vez elegimos Can Vallés. No siempre salimos con la misma euforia.

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Carrer d’Arago, 95

08015, Barcelona

Tlf (93) 226 06 67

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