Crema de ‘rossinyols’ con huevos de codorniz

crema

Desde que me regalaron una batidora de vaso, las cremas de verduras van que vuelan. Las dejo hechas y me las tomo como una cena caliente y ligera que me espera en casa al llegar. Antes también las cocinaba, pero darle al pasapurés no es lo mío y mi pequeño minipimer acababa más caliente que Miley Cirus en concierto de tanto triturar. Ahora he ganado en eficacia y, aunque supongo que ya se me pasará, avidez ante el campo que se me abre para explorar.

De mis múltiples inventos en cremas de los últimos meses, comparto éste para empezar. Una receta con la que inauguro la temporada boletaire, un año después de mi última aportación: un risotto de camagrocs y botifarró estupendo, aunque Maldito Estómago le sacó los colores porque por aquella época experimentaba con los filtros de Instagram.

rossinyolsProtagonizan esta crema los rossinyols –en castellano, rebozuelos–, una seta muy universal que se consume en la mayoría de países con afición por las mismas. Con su sombrero de color amarillo son casi inconfundibles en los bosques, aunque yo me las traje del mercado, la verdad. Entre sus características destacan que no se cucan y son permeables, lo cual las convierte en unas setas muy apreciadas en cocina. Absorben los jugos durante la cocción y se impregnan de los aromas que las rodean con suma facilidad.

La base es un caldo de gallina en su versión más minimalista, tan sólo con una hoja de laurel, sal y pimienta. Conviene que sea casero. Esta crema también lleva cebolla y puerro pochados y no necesitaría más que una cuchara para comérsela a buen ritmo, pero yo la acompañé con la mejor salsa del mundo: la yema de un huevo escalfado -de codorniz en este caso, una monada- y un chorrito de aceite de trufa. Por puro vicio, que no por necesidad.

Ingredientes (para dos personas)

- Dos muslos de gallina

- Una hoja de laurel

- Una cebolla

- Un puerro

- 500 gr de rossinyols

- Dos cucharadas de mantequilla

- Sal

- Pimienta blanca

Preparación

1. Hacer el caldo de gallina: poner en una olla con agua la hoja de laurel y un par de granos de pimienta negra. Cuando rompa a hervir, echar los muslos de gallina y dejar hervir entre 3/4 de hora y una hora, hasta que la gallina esté cocida. Ir retirando las impurezas con una espumadera. Para esta receta, con medio litro de caldo bastará.

2. Cortar el puerro y la cebolla en juliana

3. En una cazuela, derretir las dos cucharadas de mantequilla. Cuando lo estén, poner la cebolla y el puerro y dejar pochar a fuego lento para evitar que se quemen

4. Entretanto, limpiar los rossinyols a conciencia, sin que quede rastro de tierra, y laminarlos

5. Cuando la cebolla y el puerro hayan tomado color, añadir los rossinyols. Dejarlos hasta que expulsen su agua y la reabsorvan (entre 5 y 10 minutos). Salpimentar

6. Cubrir la mezcla con el caldo de gallina (antes de verterlo, colarlo para evitar  impurezas) y dejarlo hervir unos minutos más

7. Triturar en la batidora y probar. Rectificar de sal si fuera necesario

8. Darle un último hervor y añadir el huevo de codorniz para que se escalfe. Repartir las raciones con un cazo y sumo cuidado para no romper la yema de cada uno de los huevos

9. Servir bien caliente y añadir un chorro de aceite de trufa justo antes de comer

Consejos prácticos

* El caldo de gallina que sobre de esta receta se puede congelar para otros usos. En caso de que no se tenga tiempo o humor para hacerlo, puede utilizarse como fondo caldo de ave de compra o agua templada con un Avecrem disuelto. Se nota, claro está.

* Limpiar bien los rossinyols es clave. Hay quien desaconseja lavar las setas para preservar su aroma y recomienda desbrozarlas con un trapo húmedo o un pincel. Yo no tengo tanta paciencia y el mejor método que he encontrado es limpiarlas bajo el grifo, con la menor cantidad de agua posible, y secarlas con papel de cocina inmediatamente para evitar que la absorvan. Antes de nada, hay que cortarles un poco el pie.

* Como guarnición de esta crema, se pueden reservar también unos cuantos rossinyols y saltearlos cortados en láminas. Está exquisito

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