Jamie primero de Inglaterra
James Trevor Oliver, Jamie para la humanidad. Metido en cocina desde los 8 años, cuando se marcó una tortilla en el pub que sus padres tenían en un pueblo de Essex. A los 23 trabajaba en el reconocido River Café de Londres, donde se topó con un productor televisivo. El documental que iba a rodar sobre el restaurante le supo a poco ante la desenvoltura del chico. Le ofreció protagonizar The Naked Chef y Jamie desplegó su estilo: camisa de leñador y entre fogones unos modales parecidos. En inglés lo llaman “hand-on”, que en castellano vendría a ser “mete la mano en todo lo que no hierva”. Con desenfado, profusión de hierbas y el mortero de piedra echando humo.
Seis cadenas de restaurantes después, más programas retransmitidos en un centenar de países y una colección de libros sobra decir que triunfó. Abruma pasearse por el centro de Londres y tropezar a cada paso con algún garito suyo.
Jamie’s Italian en Convent Garden. Paraditas de fish and chips de Jamie en el mercado de Candem. Y el concurrido Recipease de Notting Hill, un espectacular local acristalado nada más salir del metro donde la venta de productos se combina con un restaurante y clases de cocina en el centro de la planta baja. Los discípulos de Jamie aprenden por un módico precio (a partir de 35 libras) a amasar pan, cocina vietnamita o los secretos del sushi, según los gustos. Pude admirarles mientras echaban los ingredientes a puñados y se animaban en sus progresos con una copita de vino. Tan felices.
El reino de Jamie vaya si es de este mundo. Sus dominios fueron tasados en 400 millones de libras en la Lista de Ricos 2014 del The Sunday Times, donde se codea con el magnate ruso Alisher Usmanov, accionista del Arsenal, el duque de Westminster y otras personalidades por el estilo.
Jamie se esfuerza en conservar aquellos aires campechanos que se trajo de la campiña inglesa. Pero es todo un rey y la campechanía real no cuenta en Gran Bretaña con tan buena prensa como tuvo en España. A Jamie le crecen los ratones y allí están ellos, crueles, para contarlo.
Sucedió en su restaurante Barbecoa, especializado en carnes a la brasa. Los inspectores de sanidad lo suspendieron en higiene después de encontrar excrementos de ratón, kobe caducado y carne con moho. En un local donde comer puede costar 120 euros por persona y una clase magistral sobre carnicería un mínimo de 150 euros.
“El moho es un proceso natural y la carne añeja, apta para el consumo humano”, salió del paso la portavoz de Oliver cuando no tuvo más remedio: The Times publicó el informe de sanidad el pasado mayo, cinco meses después de la aciaga inspección. En principio, el restaurante había intentado silenciarlo. Cerró sus puertas tras la visita, a finales de 2013, y las abrió al día siguiente, sin aclarar los motivos de la clausura temporal.
No es la primera vez que pasa, ni la última. En el Jamie’s Italian de Edimburgo ya encontraron en 2012 ratones agonizando en trampas próximas a las mesas. Otro de estos restaurantes en Londres recibió una mala nota en sanidad. La filial de Portsmouth llegó incluso a ser multada por las malas condiciones higiénicas.
Hay más. Como gran empresario que es –una cincuentena de locales de Amsterdam a Dubai, 7.000 trabajadores más o menos– muerde el polvo de vez en cuando. El año pasado cerró los Recepease de Brighton y Clapham (por cierto, el que fue mi barrio) en mitad de una jornada laboral, sin previo aviso ni a los clientes ni a los empleados. Tres de sus restaurantes Union Jack, dedicados a la comida tradicional británica, también se han clausurado. Y la línea de productos artesanales Jme ha naufragado en ventas.
“Jamie es increíble pero a veces me asusta”, reflexionó hace un par de años su mentor Gennaro Contaldo: “Me da miedo que tenga una nueva idea y bam, quiera hacerla ya”. Contaldo, que en la actualidad forma a chefs y desarrolla menús en los Jamie’s Italian, calificó a su antiguo discípulo de “muy aventurero” y se declaró preocupado por el mucho dinero y energía que pone en todo. Quizás le lleve “a no saber parar”.
Por ahora, parar no entra en los planes de Jamie. Tras el dudoso éxito que tuvo en 2005 en su proyecto de mejorar los hábitos alimenticios de los comedores de las escuelas británicas –el gobierno de Blair invirtió 400 millones de euros en la causa–, se propuso reeducar a los escolares norteamericanos. No hay misión imposible para el cocinero. Un enfant terrible a punto de cumplir 40. Agárrense que vienen curvas.
Especial Londres