Es bueno beber agua… ¿de mar?

Pont del Petroli en Badalona

Pont del Petroli de Badalona

Año nuevo, vida nueva. Robar recetas a abuelas propias y ajenas ha sido una de mis últimas tendencias, pero voy a luchar contra ello. Atenta al trending topic me topé esta semana con esta entrevista a Bruno Sokolowicz, famoso para toda una generación de catalanes gracias al programa de música Sputnik. Tras su viaje alrededor del mundo, Sokolowicz toma desde hace un mes agua de mar, mezclada con agua dulce y limón. “Limpia mucho por dentro”, declaraba al blog Soy lo que como: “La sensación es similar a efectos depurativos que puedes tener con algunos alimentos como la piña, la uva, la cebolla, la alcachofa. Y también proporciona energía y lucidez”.

Tales afirmaciones provocaron una eclosión de comentarios en su Facebook, algunos se interesaban por el procesado del agua de mar. “No la filtro: exprimo medio limón en un vaso largo, pongo un tercio de agua de mar y dos tercios de agua dulce potable, le doy unas vueltas con una cucharita y me lo bebo del tirón. ¡Riquísimo! Sabe a margarita sin tequila”, detallaba él en su muro. Por lo visto es una afición menos esotérica de lo que parece: basta teclear “beber agua de mar” en Google para que aparezcan más de 624.000 resultados. La cuestión despierta cuanto menos curiosidad.

1. Están entre nosotros 

Este es señor es Mariano Arnal, de la Fundación Aquamaris, dedicada a “investigar y divulgar las propiedades terapéuticas y nutritivas del agua de mar”. Habla desde el Pont del Petroli de Badalona, ciudad donde está radicada la entidad.

Para cualquier badalonés como yo misma, resulta chocante verles echarse sus tragos allí, por mucho que el puente se adentre más de 200 metros desde la playa. Lo construyó la antigua Campsa en los años 60, para traspasar los hidrocarburos desde los barcos cisterna a tierra firme. Éste fue durante décadas uno de los tramos del litoral más industriosos del área metropolitana de Barcelona –Lejías Conejo, la Cross y Anís del Mono también campaban por allí–, por no hablar de la alta densidad demográfica y la tupida red de alcantarillado.

A una de las playas cercanas, coronada por las tres chimeneas de Fecsa-Endesa, solían llamarla Chernóbil. Según Aquamaris, basta que ondee la bandera verde en la playa para poder beber del mar: “la insondable inteligencia del agua” y su “altísima actividad microbiana” hacen el resto.

2. “No recomendaría bajo ningún concepto beber agua de mar en  grandes cantidades”

Uno de los gurús de las bondades de trasegar agua marina es Ángel Gracia, autor del libro La dieta del delfín. El octogenario asegura que lleva haciéndolo desde hace más de veinte años, medio litro al día. “La primera vez que toma agua de mar usted va para el baño y tiene una limpieza de colon automáticamente gratis”, explicó en una de sus multitudinarias conferencias.

“No lo recomendaría bajo ningún concepto”, aclara a Maldito Estómago la dietista-nutricionista Lucía Martínez, autora del blog Dime que comes. Es cierto que el agua de mar “puede aportar minerales a la comida” y su uso para cocinar ha sido habitual entre pescadores y marinos durante siglos, por ejemplo para hervir moluscos y mariscos. Ahora bien, el agua de mar “a palo seco” en grandes cantidades puede “deshidratar, dar un subidón de tensión, machacar los riñones o provocar una pérdida de densidad ósea”.

La nutricionista añade que “el agua transitada puede tener restos de cualquier cosa”, como partículas fecales que de hecho aparecen en los análisis. Tomar “un chupito de agua de mar” puede que no haga daño a nadie, pero Lucía Martínez recomienda tener en cuenta también las condiciones de “higiene alimentaria”.  Según resume, igual que “no vas a cocer tus espaguetis en agua contaminada, hay que valorar que exista una garantía de salubridad mínima”.

En términos similares se pronuncian el nutricionista Juan Revenga, que califica tal práctica de “extravagancia”, o el biólogo Jose Manuel Mulet, de “pseudociencia”. Este último advierte que “dentro de nuestras células la concentración de sales debe estar absolutamente controlada”. Según expone, “un fallo en la regulación de los iones puede provocar molestias (calambres por falta de potasio), problemas serios (hipo o hipertensión arterial) o muy serios (fibrosis quística, provocada por una mutación en un canal que transporta cloro)”. Mientras que la concentración de sal en cualquier célula es de aproximadamente el 0,9%, la media del agua de mar es del 3,5%, añade.

3. El precursor: René Quinton (1867-1925)

Esta corriente se apoya en las teorías del fisiólogo y naturista francés René Quinton, pionero en indagar sobre los beneficios terapéuticos del agua de mar diluyéndola con agua destilada que administraba por vía oral e incluso intravenosa. En su experimento más extremo, Quinton casi desangró a un perro y le inyectó a cambio agua marina, consiguiendo que el animal se recuperase al cabo de pocos días.

Aunque en la actualidad aún existen los Laboratorios Quinton, desde 1982 está prohibido en Francia suministrar agua de mar inyectada como medicamento y sólo se administra en formato bebible, como complemento alimenticio. Estos laboratorios procesan el agua y la comercializan “microfiltrada en frío”, aunque muchos de los bebedores de agua de mar lo consideran innecesario, sólo le ven un fin lucrativo y prefieren servirse por sí mismos. Al fin y al cabo, hay barra libre en lugares como el Pont del Petroli.

P.D. Gracias, una vez más, a Matilde Hervella por la magnífica foto de este post. Ahora anda huérfana de proyecto tras acabar con Enfocando miradas, pero estoy segura que no tardará en encontrar nuevos horizontes.

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